jueves, 18 de octubre de 2012

Arte en la muerte


Día 218
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.



Recientemente escribí sobre las tumbas, en especial del panteón inglés situado en Real del Monte Hidalgo, México. Pensar que la muerte pueda ser adornada con tan bellas esculturas e imágenes es algo que va más allá de toda imaginación. El deseo por preservar, la memoria y el cariño por nuestros seres queridos, puede llegar a ser tal que se convierten en  obras de arte. Así que si se trata de majestuosas tumbas sólo basta con ver esta:  


“ Sabía que no era buena idea ponerse a buscarla por todo el templo. Westminster era un laberinto de mausoleos, capillas y nichos. […] Siguiendo la tradición arquitectónica, la abadía tenía la forma de un enorme crucifijo […]” (p.583)


¿A quién pertenece esta? A Isaac Newtón (1643-1727) y se encuentra el Londres, Inglaterra. Recordemos que este físico, teólogo, filósofo, matemático, etc. Es a quien se le da el reconocimiento del descubrimiento de la ley de gravedad, que ha sido la base para posteriores avances no sólo científicos, sino también tecnológicos, entre muchos otros estudios, descubrimientos e invento.


Un personaje de tal talla es merecedor de una sepultura como esta. Su esplendor es tal, que no parece posible que lo sea, pero cuando uno lee sobre la vida y obra de este personaje peculiar, logra entender el por qué de tan elaborada obra póstuma. ¿Te imaginabas la tumba de Isaac Newton así? Yo no y me encanta.[1]







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