lunes, 14 de enero de 2013

Las partidas


Día 307
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Sheldon, Sidney: Si hubiera un mañana,
Buenos Aires, Émece editores (La nación), 2009.



No hablaré de las partidas de cara, como se podría interpretar, sino de los juegos adictivos de las partidas de las barajas. Yo no acostumbro a jugar, pero seguramente las personas que suelen hacerlo también me dirán que han recibido buenas partidas de carteras, si es que apuestan, y también han ganado y perdido amigos en ellas. El jugar, ya sea domino, billar o póquer hace que las personas se olviden de su ahora, sus preocupaciones y se distraigan en el juego mismo.


“[…] El señor Pope se pondría furioso. André sabía cual importante era para su patrón la partida de póquer de los viernes por la noche. Era una tradición sagrada, siempre con el mismo grupo selecto de jugadores […]” (p.123)


Por desgracia es difícil, no para todos pero sí para un gran número, saber distinguir entre la sola diversión y llega a hacerse un vicio, una obsesión el juego. ¿Cuántas personas y familias han de haber padecido los estragos de una partida de póquer? Perder propiedades, dinero y la propia dignidad, porque cuando se está muy metido en el juego, yo creo que es casi igual que un adicto que ya no importa de dónde obtiene la droga, sino consumirla.   


Pero no todo el que juega lo hace por adicción, muchos por convivir con amigos, familiares y compañeros de trabajo. ¿Cuántos puestos de trabajo no se han definido así? ¿Cuántas familias y amigos se han unido más, o dividido según el caso, por una buena o mala partida? Lo que si es un hecho es que con uno no basta para jugar, es necesario por lo menos dos, y con esto lo hace un juego altamente social. ¿Nos echamos una partidita?[1]










[1] La imagen fue tomada de http://www.cambio.com.co/entretenimientocambio/774/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_CAMBIO-4134253.html

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