Día 76
Lectura:
Flores Olea, Víctor: Tres historias de mujer. México, FCE, 1998.
La
vida tiene momentos y situaciones que se nos van presentando, para todos de
formas distintas (aunque no tan distintas como quisiéramos) a lo largo de
nuestra existencia, que cuando somos más jóvenes, adolescente, parece como si
esto no fuera a acabar, como si todo estuviera al alcance de nuestras manos, de
nuestro ser y estando ya más adultos tenemos ciertos momentos así, con esa
fuerza, esa voluntad, ese deseo pero de forma más espaciados:
“[…]
Todo el mundo, y todo el tiempo del mundo, estaban a nuestro alcance, nada era
imposible para nuestras voluntades decididas y coincidentes, todo cabía en
nuestras aspiraciones, ningún Edén escapaban a nuestros deseos, nada era
demasiado grande para nuestros anhelos e ilusiones: momentos únicos que se
viven rara vez. […]” (p.250)
Yo
no creo que sea imposible o que no se den en nuestra vida de adulto estos
momentos, sólo que como dice, se dan de forma más rara. O tal vez es que ya no
nos sorprendemos con todo como antes, porque hay muchas cosas que ya las hemos
vivido, y que sabemos en qué pueden terminar.
Siento
que estos momentos de alta energía y lucidez, se dan cuando tenemos un gran
anhelo, una ilusión, deseo o claro objetivo. Imaginemos que vamos a realizar
una actividad que nunca hemos hecho, por mencionar un viaje, todo lo que está
en relación con ello nos llena de vitalidad, de motivación y que nuestro
objetivo salga bien. Pero a lo mejor esto no se aplica de la misma forma cuando
estamos en un trabajo que ya conocemos de diario, cotidianamente.
A
mí me encantaría tener y sentir esas ganas, deseo, ilusión y/o entusiasmo por
todo lo que hago, aunque pensándolo bien ¿esto no es una actitud? Actitud ante
la vida, porque sí es así, bien puedo provocarlo.
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