Día 365+364
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
La
carga social no sólo es para las mujeres, que son las que todavía en muchos
hogares mexicanos llevan las riendas de ellas, su casa, hijos y mascotas pero
desde el plano de la sumisión y poco reconocida su labor, sino también para los
hombres que tiene un cumplir, cueste lo que cueste, el rol de macho dominante.
¿Qué pasa si el marido no cumple con sus funciones viriles, si tiene un
problema de disfunción eréctil o como se diría muy coloquial y vulgarmente: no
se le para?
“[…] un fracaso
erótico rebaja para siempre al marido a la categoría de bruto: aborrecido en su
carne, será despreciado en su espíritu […]” (p.432)
Hace algunos años
conocí a una mujer casada, con de más de diez años de matrimonio, que sobajaba
y denigraba a su esposo diciendo que no “servía” como hombre, no sé si en
realidad tuviera un problema de erección, pero lo que sí me quedó claro es que
a ella no la complacía. Ella cumplía con todas sus funciones de mujer ama de
casa: le lavaba, planchaba, le hacía de comer, etc. Él también cumplía su rol:
trabajaba, llevaba dinero a la casa, se le atendía. En teoría todo “funcionaba”
como socialmente debería, pero en el plano sexual no era así. Cada que yo
escuchaba que ella lo ponía en evidencia, él no desmentía en absoluta nada, yo
sentía ese desprecio corporal y espiritual del cual se habla en la anterior
cita. Ella no soportaba su aspecto corpulento, su actitud pasiva, ni siquiera
su olor. Esa pareja no duró eternamente como los cuentos de hadas, sino que la
separación fue inevitable porque él no cumplió con sus deberes de macho
dominante. ¿Qué opinan de esta presión social que también sufren los hombres?[1]
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