lunes, 24 de septiembre de 2012

¿Un automático?



Día 194
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.


Recuerdo que cuando use por primera vez un automóvil, de esto ya tiene algo de tiempo y recuerdo que fue un “bochito” amarillo llamado piolín, propiedad de mi mamá que a su vez había sido de mi abuelo (o sea el papá de mi mamá) fue una sensación un poco rara, y eso que ya me habían explicado aquello de las velocidades.



“ – He intentado advertirte de ello –le gritó para hacerse oír por encima del rechinar de la caja de cambio-. ¡Yo conduzco sólo automáticos¡” (p.247)


Años después aprendí a manejar el automóvil estándar pero el día que manejé un automático me pasó algo muy parecido al personaje de la novela: tuve que improvisar porque no sabía bien qué hacer. Mi pie izquierdo, al igual que mi mano derecha, se sentían deseosos de manipular un pedal y una palanca. Es como si al estar acostumbrado a tocarlos, ya como un acto habitual, quieran tenerlos.


Actualmente ni uno ni otro se me hacen y no creo que sea por no saber hacerlos, porque dice el dicho “que lo que bien se aprende nunca se olvida”, sino que el tráfico de la ciudad me causa tal pánico que tuve que parar. Y tú ¿lo prefieres automático? [1]


















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