Día 194
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Recuerdo que cuando
use por primera vez un automóvil, de esto ya tiene algo de tiempo y recuerdo
que fue un “bochito” amarillo llamado piolín, propiedad de mi mamá que a su vez
había sido de mi abuelo (o sea el papá de mi mamá) fue una sensación un poco
rara, y eso que ya me habían explicado aquello de las velocidades.
“ – He intentado advertirte de ello –le gritó para
hacerse oír por encima del rechinar de la caja de cambio-. ¡Yo conduzco sólo
automáticos¡” (p.247)
Años después aprendí a manejar el automóvil
estándar pero el día que manejé un automático me pasó algo muy parecido al personaje
de la novela: tuve que improvisar porque no sabía bien qué hacer. Mi pie
izquierdo, al igual que mi mano derecha, se sentían deseosos de manipular un
pedal y una palanca. Es como si al estar acostumbrado a tocarlos, ya como un
acto habitual, quieran tenerlos.
Actualmente ni uno ni otro se me hacen
y no creo que sea por no saber hacerlos, porque dice el dicho “que lo que bien
se aprende nunca se olvida”, sino que el tráfico de la ciudad me causa tal
pánico que tuve que parar. Y tú ¿lo prefieres automático? [1]
[1] La imagen mostrada fue tomada de http://nipponpower.com.mx/foro/showthread.php?81371-Consejos-para-conducci%F3n-con-cambio-autom%E1tico
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