Día 198
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Continuando con el
tema de ayer, los bancos, en especial con sus cajeros automáticos, vino a mí un
recuerdo, como seguro lo tendrás tú, cuando leas la siguiente cita:
“Los cajeros automáticos convencionales daban normalmente
tres opciones a los usuarios antes de retenerles las tarjetas.[…]” (p.280)
Así es, esa terrible escena en donde
uno va, con toda la paciencia del mundo (en realidad es todo lo contrario) a
retirar algo de dinero, que por cierto urge y de pronto falla la máquina número
uno, llamada cerebro, no recordando la clave que debería, se supone, olvidar
nunca. Después de tres intentos por asociar la calve con algo importante, la
maquina dos falla, osea el cajero automático. Bueno, en realidad ella no falla,
sino todo lo contrario, se activa el bloqueo para no tener un mal uso de la
misma.
En ese momento sentimos como si la
máquina nos diera la espalda, como si todo y todos conspirara en nuestra contra.
Por fortuna las máquinas no actúan con malicia, o eso espero que sea así hasta
el momento.[1]
[1] La imagen mostrada fue tomada de http://www.fayerwayer.com/2010/06/fallas-de-seguridad-en-cajeros-automaticos-podrian-llenar-los-bolsillos-de-hackers-maliciosos/
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