domingo, 31 de marzo de 2013

Padre joven, padre viejo


Día 365+17
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Piera, Gustavo: La travesía. 18 claves para llegar a buen puerto. Barcelona, Alienta Editorial, 2006.



Es curiosa, no digo que inusual, pero con respecto a la juventud me pasa algo muy similar como el caso de la maternidad, no es algo que acupe mi mente, y aunque ahora ya soy madre, en su momento no pensaba en querer serlo, simplemente (llegando a cierta edad) ya no era algo que me preocupara ni ocupara, es como si tuviera que llegar cuando llegó. Como lo comenté, me pasa, en este momento, lo mismo con la juventud. No siento como si por no estar en el reventón, se me acabara la misma. Es algo que creo que en algún momento se nos acaba pero no por ello quiere decir que somos ni mejores no peores, sólo en una etapa distinta de la vida.



“[…] Los medios de comunicación nos están convenciendo de que la mejor etapa de la vida es la juventud, así que debemos acabar con lo que sobra: la niñez, la madurez y la vejez. […]"(p.12)



Y aunque efectivamente estoy de acuerdo con la anterior referencia, me siento contenta de no estar atrapada en ese círculo de la eterna juventud.
Soy partidaria de decir: de esa agua no he de beber, porque en el momento menos pensado estamos en lo que juramos no hacer, pero el no estar aferrada a ser joven, porque siento que es así, libera a mi alma de un gran peso. No persigo la juventud por medio del físico, y aunque estoy convencida que hay viejo de edad pero jóvenes de alma, también los hay al revés. ¿A cuál pertenezco? Espero que no a los segundos, en especial si de esto dependerá el tipo de imagen que tendrá mi hijo en su educación.[1]







[1] La imagen fue tomada de http://www.guiainfantil.com/blog/960/la-comunicacion-y-el-vinculo-del-papa-con-su-bebe.html

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