martes, 23 de abril de 2013

Supervisar


Día 365+41
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Piera, Gustavo: La travesía. 18 claves para llegar a buen puerto. Barcelona, Alienta Editorial, 2006.



En la edad que actualmente tiene mi hijo me es complicado no dejar de decirle que no haga ciertas cosas porque creo que se pude hacer daño, como jugar en los cuatro escalones de la entrada; prefiero no arriesgarme. Aunque en otras ocasiones sí he de reconocer que no lo dejo por miedo, no sé si fundado o no, por ejemplo, el dejarlo tomar, viéndolo, agua en un vaso de vidrio agarrado sólo por él. Sé que no debo fundarles miedos e inseguridades, pero es complicado saber en qué casos lo son, y en cuáles no.


“Supervisar significa que lo observa de reojo y guarda silencio. Sólo intervenga si lo siente verdaderamente indispensable. Hay que tener paciencia y corregir lo mínimo para no desanimar.” (p. 138)



Estoy totalmente de acuerdo en que sólo debemos supervisar lo que hacen, pero creo que esto tiene que ir cambiando de acuerdo con su edad. Por ejemplo si es un niño muy pequeño no podemos permitir que esté cerca de los detergentes, o abriendo y cerrando las llaves de la estufa. En estos casos es mejor apartarlos definitivamente, pero en otros, como cuando están jugando no creo que sean necesario estar molestándolos a cada momento, es suficiente con supervisar, y con todo ello, ayudarles a su desarrollo.[1]




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