Día 365+188
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Nuestra existencia está enmarcada primeramente por el hecho de respirar y de
estar ocupando un espacio en la Tierra; dentro de esta existencia pertenecemos
a una especie, a un género, una cultura y a una familia en especial.
Seguramente esto te sonará a la definición que hice en mi anterior entrada
sobre la sexualidad ¿verdad? Todo esto puede parecernos exagerado, pero en
realidad es así. En primera instancia nos distinguen los médicos, dentro de
nuestra propia especie, en ser femenino o masculino; posteriormente, en el
ámbito social, ya se hacen las
distinciones entre el rol mujer y hombre. Pero ¿qué es lo que demarca esta
distinción?
“[…] El
existente es un cuerpo sexuado; en sus relaciones con los otros existentes, que
también son cuerpos sexuados, la sexualidad, por consiguiente, está siempre
comprometida […]” (p. 49)
No cabe duda de que somos seres sexuados, o sea que
tenemos un sexo (macho u hombre) y esto es algo que compartimos con la mayoría de los demás seres
existentes dentro de la Naturaleza (en especial con los animales y plantas).
¿Pero qué significa ser seres sexuados? Esto
no sólo se limita a pensar si tenemos pene o vagina, sino a la relación con
otros, ya sean de nuestro mismo sexo o diferente; no podemos negar que la
sexualidad es algo que toca todos los puntos de nuestra vida, porque no es
necesario tener una relación sexo genitales para entablar una relación sexual,
es más, podríamos decir que todas nuestras relaciones son sexuales porque
tratamos con otros seres que son a su vez sexuados. [1]
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