jueves, 14 de noviembre de 2013

El estereotipo de la madrasta

Día 365+247
Comentando lo que me despierta la lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.




La televisión en gran parte del mundo tiene influencia en sus espectadores, aunque no en todos por supuesto, y en especial en las mujeres porque al ser el género que mayormente se dedica a las labores del hogar, los dueños de dichas empresas hacen programas a su gusto, o a su manipulación. ¿Qué es lo que más agrada a las amas de casa? Así es, seguramente lo que estas pensando es en las telenovelas; en esas historias que casi nos las sabemos de memoria, pero que siguen causando gran impacto. Los elementos son, como ya sabrás, la buena que es maltratada por un malo o una mala, osea, la lucha del bien contra el mal, de la moral contra lo inmoral.



“[…] En todos los países, leyendas y cuentos han encarnado también en la segunda esposa el aspecto cruel de la maternidad. Es una madrasta la que busca la muerte de Blanca Nieves.[…] (p.178)



Seguramente te sabes esta historia, que se ha contado hasta el cansancio y que seguramente seguirá siendo así, porque esta forma de relacionarnos, de valores y estereotipos van agarradas de la mano con lo que nos enseñan, no que nos influye y nos demarca como hombres, mujeres, madres, hijas, suegras, madrastas, padrastros, etc.  


Las madrastas son malas, perversas, enojonas y envidiosas, y con esta bandera son tratadas, por lo menos de entrada, porque es lo que se supone deben de ser. Y en el caso de los padrastros también se tiene todo el perfil, son cuscos, mujeriegos, abusivos, etc. Por suerte no todo en la realidad es influenciable y hay madrastas y padrastros que rompen con el molde.[1]















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