Día 351
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Saramago, José: El hombre Duplicado, (Trad. Pilar del Río)
Madrid, Santillana ediciones (Punto de lectura), 2007.
Saramago, José: El hombre Duplicado, (Trad. Pilar del Río)
Madrid, Santillana ediciones (Punto de lectura), 2007.
Ante la libertad de
otros, es muy delicado y espinoso lo que se desee prohibir. Es muy dicho que la
libertad de uno termina en donde empieza la de otros. Y también es muy
comentado que las decisiones y acciones de los otros son respetables mientras
no afecten la de los demás. Pero si pensamos detenidamente esto, podremos
darnos cuenta que no es tan fácil decir estas cosas porque ¿quién o quiénes son
los que deciden cuál es el límite de las acciones? Quien decide dichos límites ¿por
qué está motivado o influenciado para tomar dichas decisiones? Y ¿Estos límites son justos para todos?
“[…]
Por lo que respecta al primer ramal de reflexiones, no tuvo Tertuliano Máximo
Afonso más remedio que reconocer que todo ser humano, salvo insalvables y
privados impedimentos morales, tiene derecho a unirse con quien quiera, donde
quiera y como quiera, siempre que la otra persona interesada quiera lo mismo.
[…]” (p.207)
Así que por muy a
disgusto que pueda estar alguien porque personas del mismo sexo sean parejas, o
mujeres muy jóvenes con jóvenes (por poner algunos ejemplos) puede que se casen
o no, no se puede negar que esta es decisión, como dicen en la cita, de quién
decide con quién estar en total y absoluto acuerdo.
Por más que algunos
quieran imponer sus creencias morales a los demás, que no quiere decir que sean
incorrectas o correctas –todo depende de la perspectiva y el modo de
aplicación- no debe olvidarse que ante la privacidad de los otros no se puede
mandar, siempre y cuando estén de acuerdo los involucrados. Este tema es
complicado de tratar porque no faltará quien diga que soy muy liviana ante
dichas afirmaciones. ¿Qué piensas al respecto? [1]
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