Día 365+265
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Como
lo dije en la anterior cita, parecería que en la actualidad casi no hay rastro
del machismo que se venía manejando en las familias hace algunas décadas, pero
la realidad es que hay más aún de lo deseado. Esto lo podemos notar en las
propias familias, en la calle, en los trabajos, en los comentarios y preceptos
morales que aún se manejan. Por ejemplo, aún es común oír a personas que no
quieren que sus hijos varones jueguen con muñecas porque se volverán gays, o
las hijas que no anden en bicicleta porque perderán la virginidad. Y otro
comentario, que es menos machista pero aún tiene tintes, es que las hijas son
más cariñosas que los hijos, ¿por qué digo que tiene tintes de machismo?
“Aquí es donde
las niñas van en principio a aparecer como privilegiadas. […] en cuando a las
niña, continúan mimándola, se le permite vivir pegada a la falda de su madre,
el padre la toma sobre su rodillas y le acaricia los cabellos; la visten con
ropas suaves como besos, son indulgentes con sus lágrimas y sus caprichos, la
peinan con esmero, divierten sus gestos y coqueterías; […]” (p. 210)
En un
sistema machista, a los hombres se les educa para reprimir sus sentimientos y
se es poco afectivo con ellos, pero con las mujeres para un poco lo contrario,
se les permite el cariño y caricias de los dos padres, aunque en realidad lo
que se les está enseñando es a ser “amorosas”, lindas, buenas, etc. Si partimos
que no se nace mujer sino se hace, podemos entender que esta manera tan abrupta
de cortar la expresión de los sentimientos a los hombres y dejar que las
mujeres los fluyan tiene mucho que ver con un rol que tenemos que cumplir por
ser hombre o mujeres. [1]
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