Día 365+273
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
¿Cuántos
de nosotros cuando éramos niños jugábamos a ser doctor, secretaria, bombero,
ama de casa, barrendero, ratero, etc.? Todos tenemos un imaginario de lo que
éramos cuando niños, ya fuera solos o
acompañados lo llevábamos a un plano del juego y la imaginación, y muchos
tomaron ese modelo cuando crecieron y tuvieron que decidir qué ser y hacer en
la vida, pero en otros no fue así, ¿por qué?
“[…] El niño se
mueve en el plano del juego y del sueño: juega a ser, juega a hacer; el hacer y
el ser no se distinguen netamente cuando sólo se trata de realizaciones
imaginarias. […]” (p.222)
Así que cuando somos niños no distinguimos, en el juego
mismo, el ser y el hacer; algunas personas cuando son adultos llevan a la
realidad sus juegos de niños, pero otros no lo son porque en el momento del
hacer de lo imaginado se dieron cuenta que no era como lo pensaban. Por
ejemplo: un nin@ jugaba que era doctor, inyectaba a sus muñecos, les daba
medicina, los vendaba, etc. Pero al estar estudiando se dan cuenta que no era
como pensaban de pequeños. La
imaginación es sólo eso, dar una imagen de algo, pero esa imagen no siempre
tiene que concordar con la realidad.
Creo que esto es algo que no sólo los niños experimenta al crecer, también
muchas mujeres imaginamos cosas que nos
pasan así, pero este ideal no siempre es inventado, mucho de lo que imaginamos
ser y hacer tiene que ver con nuestro entorno, y de ahí que no nos debe
extrañar que si una niña ve que su mamá es ama de casa ella imagine serlo, o si
en la televisión se pone de moda una muñeca que es veterinaria pase lo mismo, o si el papá es abogado o ratero el hijo
imagine ser lo mismo. El imaginario infantil del ser y del hacer esta nutrido o
desnutrido de nuestro entorno. [1]
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