Día 100
Lectura:
Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias.
México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.
¿Recuerdas
cuando eras un niño o adolescente y empezabas a formarte tus propias opiniones?
Seguramente en algún momento, tus padres o tutores, te dijeron que de dónde o de
quién habías sacado ciertas palabras, chistes o comentarios incómodos; que
cuidaras con quién te juntaras, porque siempre que estabas conviviendo con el
primo, tío o amigo X, llegabas hablando igual. Y cosas por el estilo. Entonces
esta nota no te parecerá extraña, como a mí tampoco me lo pareció:
“-No, si sólo lo digo porque el hijo de Refugio,
mi sobrina, llegó escandalizado el otro día. Figúrate que Jaime se levantó en
plena clase a decir que todos los católicos… Bueno, es que es espantoso. Hasta me
da vergüenza repetirlo.
-Di, di, mujer.
-Asunción tiene a su cargo la educación moral del
chico. Anda, di. Debe saberlo.
-Pues que todos los
católicos éramos uno hipócritas.
-¡Oh!
-¡Válgame,
Presentación! ¿Quién le habrá metido esas ideas?
-¿Ves lo que te digo?
Las malas compañías.
-Y las malas
lecturas.” (p. 113)
Debo
confesar que cuando yo lo leí me dio mucha risa, pero al mismo tiempo agradecí
no tener una formación tan costumbrista, como la que podemos apreciar en el texto
anterior. Lo agradezco porque yo pude darme cuenta, a edad muy temprana, que
mucha de la gente que asistía a la Iglesia en realidad lo hacía sólo por costumbre
y muy pocos por convicción. Sólo iban a echar el chisme, a criticar y acapara
al padre.
No
creo que sinónimo de asistir a la Iglesia sea buenas intenciones o conciencias.
Siento que es más para lavar culpas y no realmente por fe, porque el que tiene
una verdadera creencia, no necesita ser movido por nada, se mueve por sí sólo,
asiste cuando quiere a un templo, y tiene verdaderas convicciones, de corazón,
cree y vive con ellas. Eso es lo que nota Jaime (el personaje principal de este
libro) que las personas asisten a la Iglesia sólo por hipocresía, y claro que
las primeras en saltar son las mujeres: ¡Cómo se va decir algo así de ellas!
ellas que se han dedicado en cuerpo y alma a elevar al cielo.
Así
que yo confieso ante ustedes hermanos, que he tenido malas amistades y
lecturas. Pero, al final, que tire la primera piedra quien esté libre de
pecado. ¿No?
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