jueves, 21 de junio de 2012

Malas compañías



Día 100

Lectura: Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias. México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.

¿Recuerdas cuando eras un niño o adolescente y empezabas a formarte tus propias opiniones? Seguramente en algún momento, tus padres o tutores, te dijeron que de dónde o de quién habías sacado ciertas palabras, chistes o comentarios incómodos; que cuidaras con quién te juntaras, porque siempre que estabas conviviendo con el primo, tío o amigo X, llegabas hablando igual. Y cosas por el estilo. Entonces esta nota no te parecerá extraña, como a mí tampoco me lo pareció:

 “-No, si sólo lo digo porque el hijo de Refugio, mi sobrina, llegó escandalizado el otro día. Figúrate que Jaime se levantó en plena clase a decir que todos los católicos… Bueno, es que es espantoso. Hasta me da vergüenza repetirlo.
-Di, di, mujer.
-Asunción  tiene a su cargo la educación moral del chico. Anda, di. Debe saberlo.
-Pues que todos los católicos éramos uno hipócritas.
-¡Oh!
-¡Válgame, Presentación! ¿Quién le habrá metido esas ideas?
-¿Ves lo que te digo? Las malas compañías.
-Y las malas lecturas.” (p. 113)


Debo confesar que cuando yo lo leí me dio mucha risa, pero al mismo tiempo agradecí no tener una formación tan costumbrista, como la que podemos apreciar en el texto anterior. Lo agradezco porque yo pude darme cuenta, a edad muy temprana, que mucha de la gente que asistía a la Iglesia en realidad lo hacía sólo por costumbre y muy pocos por convicción. Sólo iban a echar el chisme, a criticar y acapara al padre.

No creo que sinónimo de asistir a la Iglesia sea buenas intenciones o conciencias. Siento que es más para lavar culpas y no realmente por fe, porque el que tiene una verdadera creencia, no necesita ser movido por nada, se mueve por sí sólo, asiste cuando quiere a un templo, y tiene verdaderas convicciones, de corazón, cree y vive con ellas. Eso es lo que nota Jaime (el personaje principal de este libro) que las personas asisten a la Iglesia sólo por hipocresía, y claro que las primeras en saltar son las mujeres: ¡Cómo se va decir algo así de ellas! ellas que se han dedicado en cuerpo y alma a elevar al cielo.
 
Así que yo confieso ante ustedes hermanos, que he tenido malas amistades y lecturas. Pero, al final, que tire la primera piedra quien esté libre de pecado. ¿No?











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