Día 101
Comentando lo que me despierta la lectura
de:
Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias. México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.
Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias. México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.
Ahora que estoy recordando
momento de mi adolescencia, con ésta lectura, trato de pensar cómo me sentía en
esos tiempos. No quisiera olvidarlos totalmente porque el día de mañana veré a
un adolescente en mi casa. Como he comentado es una época complicada ¿o no? Porque
a uno se le abre el mundo, lo explora por primera vez sólo, y uno siente que es
poseedor de la verdad absoluta. Es como si nuestra mente y cuerpo no nos dejara
pensar y ver que otras personas, más grande que nosotros por supuesto, han
pasado por la misma etapa, con los mismos o muy parecidos cambios, preocupaciones,
sentimientos, experiencias. Sentimos que sólo nosotros vivimos lo que estamos
viviendo y que no somos comprendidos.
“[…]Porque ya casi eres un hombre, ¿verdad, y
los hombres están expuestos a muchos peligros. Tu tío y yo queremos evitarte el
dolor. Queremos prevenirte con nuestra experiencia.[…]” (p. 134)
Tal vez ese sea uno
de los grandes errores, creer que al decir las consecuencias de X actos, y que
en muchos casos son más que lógicas, los padres o tutores creen que están haciendo
todo lo que deben hacer para educar. Pero dice el dicho: “nadie escarmienta en
cabeza ajena”. No digo que siempre sea un error esta actitud, pero tampoco creo
que uno deba experimentar todo para entender y conocer. Por ejemplo, no
necesito robar para darme cuenta que no lo deseo hacerlo.
No es lo mismo
aconsejar que imponer, ni decir que hacer. La mejor guía es el actuar mismo. Predicar
con el ejemplo. Suena fácil, pero requiere un gran esfuerzo; que bien podemos
empezar con acciones pequeñas, como el que si va el casero por la renta, no
mandar a decirle, con el hij@, que no estamos, la típica situación, ¿no?
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