Día 106
Comentando lo que me despierta la lectura
de:
Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias. México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.
Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias. México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.
Dicen que las grandes familias
se ven en los bautizos, las bodas y los funerales y así es. Estos eventos,
importantes en la vida, son motivo para rencontrarlos; en muchas ocasiones
aparecen familiares que se tenían años de no ver. Aquí en la ciudad los actos
son más íntimos, y no se sigue la tradición de muchas provincias, en donde gran
parte del pueblo asiste a éstas ocasiones:
“[…]
Ninguna de estas personas le había tendido la mano a Rodolfo Ceballos en vida.
El comerciante gordo había sido, a los sumo, pretexto para algunos chismes
olvidados. Nadie le había tendido la mano; meno que nadie su hijo –se dijo
Jaime cuando recibió el último abrazo de condolencia.” (p. 212)
Y así como en la
ciudad une a las familias, en la provincia es a gran parte del pueblo. En
muchas ocasiones personas, como lo pudimos leer en la anterior cita, que ni
siquiera conocieron o quisieron al difunto, pero el chiste es asistir. Pueda
llegar a ser triste si la persona que murió no era de la simpatía de muchos, o
nunca tuvieron un trato con ella, pero la familia se ha de sentir acompañada, en
momentos tan difíciles.
Siento que si esto
pasara en la ciudad (no es que no pase) el panorama sería muy distinto. A lo
mejor para lo que en la provincia es un privilegio, despedir a su pariente con
mucha gente, para el citadino es un fastidio, porque más que un acto de
solidaridad lo vería como avaricia, morbosidad.
Al final, las tradiciones,
sentimientos y familias somos tantas y tan variadas, que bien lo que digo es
sólo parte de algo meramente posible. [1]
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