Día 105
Comentando lo que me despierta la lectura
de:
Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias. México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.
Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias. México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.
Pienso en este momento lo que significa perder a alguien, ver morir a un ser, porque querido o no, no deja de ser doloroso. Pienso y recuerdo en todo aquello que uno tiene que pasar y sentir, para poder digerir un poco aquello que se vive, que se siente. No es cosa fácil el desprenderse, quitarse, de la piel un sentimiento tan triste como éste. De hecho siento que nunca se va, aprende uno a estar con él.
“[…]
Cuando Jaime abría el cajón para escoger una camisa, se detenía a escoger,
también, una palabra para el enfermo. Pero al levantar el rostro, se encontraba
en el espejo, joven, con las facciones recortadas, el vello rubio sobre los
labios. Nunca encontró la palabra. Su padre nunca le dirigió la suya.
Esperaron. […]” (p. 206)
Pero si además de la
muerte de un ser querido, le añadimos lo que no se expresó en su momento, lo no
hecho (caso muy típico) la cosa se agrava. Los remordimientos se hacen
presenten y la conciencia no deja descansar al vivo; que si le hubiera dicho
que lo quería, que si le hubiera comprado esto que tanto quería, que si, que
si, que si…
Momentos siempre hay,
pero si cada ocasión que tenemos la oportunidad de hacer algo que deseamos, o
queremos decir, no lo hacemos en el presente, es casi seguro que el día de la
muerte del ser querido, nos arrepentiremos.
Es no colocar por delante sentimientos como el coraje, la envidia, el odio,
rencor, etc. Suena fácil, es fácil, pero se necesita mucho valor. [1]
[1] La
ilustración mostrada fue tomada de http://www.devocionaldiario.com/brendaliz-aviles/hoy-y-no-manana-brendaliz-aviles/
No hay comentarios:
Publicar un comentario