Día 171
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Varias son las formas
de representar el sufrimiento de Jesús en la cruz. Una de ellas es este
accesorio hecho de alambre con púas, el cual se tiene que coloca en el muslo
para causar heridas y dolor como Jesús cuando estaba siendo latigado y crucificado
ante la cruz:
“Cerró las persianas y se
arrodillo en medio del cuarto bajó la vista y examinó el cilicio que le
apretaba el muslo. Todos los seguidores verdadero de camino llevaban esa corre
de piel salpica de púas metálicas que se clavaban en la carne como un
recordatorio perpetuo del sufrimiento de Cristo. Además, el dolor que causaban
servía también para acallar los deseos de la carne.” (p.27)
Prácticas como estas siempre
han existido a lo largo de los siglos, con el fin de callar a todo aquello que
pueda desviar la práctica religiosa y en especial el deseo sexual, causando dolor
con este accesorio llamado: cilicio[1]. Suena
a película de terror el pensar que una persona pueda atreverse a provocarse dichas
heridas, pero se convierte en pánico cuando pensamos que el propio sujeto es el
que se auto castiga.
¿Te animas a utilizar
este sencillo, pero doloroso artefacto, para ser un excelente ser humano,
apartado de todas aquellas bajas pasiones?[2]