Día 365+193
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
La dominación masculina se da, según el materialismo
histórico (que traté de entender en la entrada de ayer a grandes rasgos) que
era por el uso y avances de las técnicas de los hombres para saciar sus
necesidades básicas. Los seres humanos pasaron de ser nómadas, según los
rastreos históricos, a sedentarios, y al encontrar un lugar fijo para vivir,
esto llevo a crear herramientas para trabajar la tierra y organización entre
los integrantes del grupo.
“[…] Con el
descubrimientos del cobre, del estaño, del bronce, del hierro, y con la aparición
del arado, la agricultura extiende su dominio […] Entonces el hombre recurre al
servicio de otros hombres a los cuales reduce a esclavitud. Aparece la
propiedad privada: dueños de los esclavos y de las tierras, el hombre se
convierte también en propietario de la mujer. Es <<la gran derrota histórica
del sexo femenino>>. […]” (p. 54)
Así que el materialismo histórico afirma que en el
momento en que el hombre es sedentario, descubre los metales y se da la
propiedad privada, las mujeres se vuelve parte de esta propiedad. Esta teoría
suena de lo más interesante, porque nos guste o no, nos explica el por qué de
la dominación masculina sobre las mujeres, y también sobre todo aquello que se
convierte en parte de su propiedad.
Claro está que para dar este paso, no sólo bastó con
tener necesidades básicas que cubrir, sino que también tuvo que a ver una serie
de elementos sociales y psicológicos que llevó a que estos seres preservaran de
esta manera su dominio. [1]
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