Día 170
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Hay muchas cosas de
las que se puede escribir sobre este libro, pero me llamó la atención la
siguiente cita seguramente por su habitualidad; de lo que nos habla es de uno
de los elementos que también nosotros tenemos en nuestra vida cotidiana, y
ahora más que nunca con el avance tecnológico; es tan común que se nos ha
olvidado que no siempre ha sido así: el teléfono.
“El sonido del teléfono en su
habitación volvió a romper el silencio.” (p.21)
Es curioso que un
ruido tan repentino, como es el del teléfono, sea el que rompe con el silencio.
No creo que sea casualidad sino que es tan inesperado, repentino, súbito, que sí
nos saca de nuestro silencio o concentración del momento.
Si pensamos en los
teléfonos de antes, en aquello donde uno tenía que meter el dedo al número y
darle vuelta al sentido de las manecillas del reloj, no me dejarán mentir que
eran tan ruidosos que sacaba a cualquiera de la rutina.
Actualmente estamos
acostumbrados ya a sonidos melódicos, de nuestro agrado, pero aún así no deja
de ser una sorpresa el que suene el teléfono, que bien esa es la intención:
alertarnos para prestar atención a una llama y más si es de un ser amado. ¿O
no?[1]
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