Día 200
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Brown, Dan: El Código Da Vinci. Barcelona, Ediciones Urano (Books4pocket), Trad. Juanjo Estrella, 2003.
Cuántas veces,
cuantos momentos nos causan traumas, estragos, malos momentos que nos marcan ya
sea por un momento o para toda la vida. Cuántas experiencias de este tipo, que
por más que deseáramos olvidarlos, sepultar, apartar de nuestra existencia,
siguen ahí:
“- Prefiero no hablar del tema –dijo Sophie apartando la
mirada, decidida a no hablar de algo que claramente le hacía daño.”(p.308)
Pero parece que todo en la vida, en el
mundo, en nuestro ahora, nos lo recuerda. Por ello todos, y si no la mayoría,
callamos sobre este tipo de momentos desagradables, aunque se nos digan que lo
mejor para sanar las viejas heridas es lo contrario: hablándolo.
Pero si recordar es vivir es mejor no
hacerlo porque nos estamos arriesgando a volver a dañarnos, sentirnos mal,
destruirnos. Por ello yo creo que preferimos olvidar que recordar porque
creemos que al callarlo se irá perdiendo en lo más obscuro de nuestros recuerdos,
pero parece que esto es algo que no sucede así, sino todo lo contrario: lo
recordamos más. ¿Será que entonces la verdadera clave para dejar a un lado los
malos momentos, es el hablarlo, hablarlo y hablarlo? [1]