Día 329
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Saramago, José: El hombre Duplicado, (Trad. Pilar del Río)
Madrid, Santillana ediciones (Punto de lectura), 2007.
Saramago, José: El hombre Duplicado, (Trad. Pilar del Río)
Madrid, Santillana ediciones (Punto de lectura), 2007.
Leer a José Saramago
(Azinhaga, Portugal, 1922- Lanzarote, España, 2012)[1] es
conocer a una de los escritores portugueses más importante de nuestro tiempo en
el mundo entero, el cual fue merecedor de numeroso premios, a lo largo de su
carrera literaria; uno de ellos es el Premio Nobel de Literatura 1998.
Así que empezaré con
esta novela hablando de lo mismo que lo hace José Saramago: sobre el nombre del
persona principal de la misma, Tertuliano Máximo Alfonso. Como él, seguramente
hay muchas personas en el mundo que poseen un nombre que no es nada agradable
para su dueño, pero que por desgracia los padres, al momento de ponérselo, no
pensaban en las consecuencias que podría traerle.
“[…]
pero el Tertuliano le pesa como una losa desde el primer día en que comprendió que
el maldito nombre podría ser pronunciado como una ironía casi ofensiva.[…]” (p.11)
¿Te sientes orgulloso
del nombre que posee? Creo que gran parte de los problemas empieza cuando, como
en el caso de nuestro personaje, es motivo de burla, en especial cuando uno es
niño porque, como bien se dice, la honestidad infantil es cruel en la mayoría
de los casos.
Recuerdo que una
compañera, de la primaria, se llamaba Socorro, y no faltaba el gracioso que le
gritaba en la hora del recreo, “¡auxilio, socorro, ayúdenme!” o con mi nombre,
que considero que no es motivo de mucho burla, me decían “Ruta cien me llevas a
mi casa”. Todo aquello que suena chistoso ahora, en ese momento era vergonzoso
y doloroso. Así que ya puedo imaginar hasta lo que no les decía a Manuela, Aniceto,
Soila o Alma María.
Yo por eso creo que
es importante pensar, cuando tengamos hijos, en un nombre que no sea lastimoso
a la larga para ellos, porque por desgracia el daño que les puede causar a
nivel emocional es tal, que bien puede ser, tal vez, uno de los motivos de baja
estima.[2]
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