Día 365+97
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Dostoievski, Fedor: El Jugador. (Traducción del Ruso: José Jaín Entralgo) España, Biblioteca Básica Salvat, 1969.
Dostoievski, Fedor: El Jugador. (Traducción del Ruso: José Jaín Entralgo) España, Biblioteca Básica Salvat, 1969.
Seguramente
recordarás, o tendrás la oportunidad como yo de verlo en tus hijo, cómo se es
una a edad temprana, desde el años de vida hasta los diez años aproximadamente:
sin miedo, aventado, atinado, arriesgado, etc. En esa edad todo es fácil, todo
es posible y en mucho ocasiones la necedad llega a la puerta. Es admirable cómo
se tiene la capacidad de sorpresa ente todo y todos. Y aunque también hay cosas que no son del todo
agradables a esa edad, como en todos los casos, sí podemos decir que pesa por
mucho lo bueno.
[…] -¡Dese
cuenta de lo que hace, abuela! ¡A veces pasan doscientas tiradas para que
salga! Va a perderlo todo, se lo aseguro.
-¡No es verdad,
no es verdad! ¡Apunta!¡Es una corazonada! Yo sé lo que me hago […]” (p.104)
Pero
hay otra edad que se asemeja mucho a la niñez, y es la vejez. El personaje que
presenté en la anterior cita, está en este momento, en donde se comporta como
un niño de escaza edad. Todo quiere, todo pregunta, no tiene pelos en la lengua
para cuestionar y hace cosas arriesgadas, como lo pudimos notar.
Creo
que deberíamos dejar un poco de lado nuestra mente analítica para poder dejar
abierta la puerta de las corazonadas, y así , dejar que la niñez y vejez entren
más en nuestras vidas adultas.[1]
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