Día 365+98
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Dostoievski, Fedor: El Jugador. (Traducción del Ruso: José Jaín Entralgo) España, Biblioteca Básica Salvat, 1969.
Dostoievski, Fedor: El Jugador. (Traducción del Ruso: José Jaín Entralgo) España, Biblioteca Básica Salvat, 1969.
Muchas
somos las personas, en especial que vivimos en las grandes ciudades, aunque no
es exclusivo porque en provincia -también en los pequeños poblados-, que mes
con mes sufrimos por el cobro exagerado en las conocidas tarjetas de crédito. ¿Quién
no ha vivido esto? Y no sólo al gastar, sino también al ahorrar o al solicitar
cualquier servicio del mismo. Claro está que estos no tiene por qué ser
gratuitos, porque al final es, como lo dije anteriormente, un servicio que se
presta, pero no me dejarás mentir de que las comisiones son extremas.
“Estábamos ante
una casa donde se hallaban instaladas las oficinas de un banquero. Yo entré a
cambiar; la abuela se quedó esperando […]
El descuento
que me hacían era tan terrible, que no me decidí a resolver por mi mismo y
volví a la abuela en busca de instrucciones. […]
-¡Bueno, vete! –gritó
la abuela- ¡Ojalá revientes con mi dinero¡ Cambia […]” (pp.121-122)
A nosotros
nos pasa lo mismo que al anterior personaje, que aunque se está en una situación económica precaria, por
la afición al juego y dejarnos llevar por la emoción del momento, de gastar en
algo, que cuando llega el momentos de enfrentarnos a las cuestas bancarias, o
en este caso a la gran comisión por el cambio de moneda, optamos por aceptarlo.
Debemos
de tener muy en cuenta que todos estos cobros mayores, los podríamos evitar de
una forma fácil y clara: no solicitando los servicios de un banco, pero
seguramente estarás pensando que en estos tiempo no tenemos otra forma de
hacernos de bienes si no es por este medio; sabemos que esto no es verdad, y
que lo que realmente necesitamos es aprender a ahorrar. ¿No crees? [1]
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