Día 365+242
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
¿Quién
no deseara ser eterno, inmortal, o joven eternamente? ¿A quién le cuesta
trabajo entender que mueran los niños y los jóvenes? Estas preguntas
seguramente alguna vez te han pasado por la mente, como a mí, y no son fáciles
de entender porque la “lógica” de la vida, si es que existe realmente, nos
marca que nacemos, crecemos, nos reproducimos, envejecemos y morimos. Así que
pensar que alguien que es muy joven muera, es algo que nos causa un corto en
nuestra mente y sentir porque ¿no se supone que los jóvenes tienen una vida por
delante? ¿Acaso no son los viejos los que mueren y lo los jóvenes?
“[…] Desde el
día en que nace, el hombre empieza a morir; ésa es la verdad que encarna la
Madre.[…]” (p.167)
Pero
si pensamos las cosas desde el punto de vista de la anterior cita, podemos comprender
que la edad no importa; si cambiamos el enfoque de que ningún joven debe morir
por el que algunos mueres, y nos preguntamos ¿por qué mueren? Y entendemos que
el motivo puede ser múltiple: accidentes, homicidios o enfermedades, podemos
brincar a pensar que en el momento en que nacemos también estamos muriendo, y
no es por tener un perspectiva trágica, sino porque así funciona lo natural, lo
vivo, lo animado. Porque todo aquello que respira, que es carne, es inmortal.
El
tiempo, aunque sean horas de nacido, va en marcha, va marcando el paso por el
ciclo de la vida, pero este ciclo puede ser interrumpido por la muerte, porque
todos de una u otras forma vamos muriendo. ¿Idea difícil de entender, no crees?
¿Qué opinas al respecto? [1]
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