Día 365+285
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Todo
bebé desde sus primeras bocanadas de aire llora, marcando el inicio de una vida.
El llanto es una manera de que los bebés trasmitan a sus padres que tiene frío,
hambre, incomodidad, dolor. Y este medio se continúa utilizando, con algunos
años entrados, para externar sentimientos como el dolor, la rabia e incluso la
alegría. Pero parecería que llorar es sinónimo de debilidad, de feminidad, de
vulnerabilidad, en especial para los hombres que fueron educados en culturas
machistas que se les dijo una y otra vez que hacerlo era cosas de mujeres.
“[…] tienen gusto
por las lágrimas –gusto que conservan después de muchas mujeres-, en gran parte
porque les agrada representar el papel de víctimas: se trata, al mismo tiempo,
de una protesta contra la dureza del destino y de una manera de presentarse
bajo un aspecto conmovedor.[…] ” (p.236)
En la anterior cita se nos habla de que las niñas
adquieren cierto gusto por llorar, pero más a delante dice que es una forma de
protestar y es precisamente en esto donde noto el nudo mismo del asunto, porque
cuando a una niña se le educa diciéndole que ella es la débil, entonces es
obvio que uno de los medio que utiliza para relacionarse con los demás es el
llanto. El llanto para las mujeres es como el puñetazo para los hombres, los
dos son liberadores de sentimientos y un mecanismo de imposición. De bebés todos somos iguales, no se elige que
las niñas lloren y los niños no; si esto es así, entonces quieres decir que es
algo que se impone. [1]
[1] La imagen fue tomada de http://es.123rf.com/photo_12487886_divertida-caricatura-de-empleado-de-oficina.html
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