Día 365+275
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Hace
algunos años era común ver familias muy numerosas, integradas por papá, mamá y
de cuatro hasta doce hijos; en estas familias el padre es el que salía a trabajar,
en la mayoría de los casos, pero si por desgracia la madre se quedaba viuda,
ella era la que asumía el trabajo. No en todos los casos era así porque había
madres que obligaban a los hijos mayores a jugar el rol del papá, así que ellos
eran los que tenían que salir a trabajar. A las hijas mayores también se les
daba un cargo de responsabilidad con los hermanos menores, ella tenía que
cuidarlos en todos los aspectos mientras la mamá lo hacía con otros. Pero en
muchas ocasiones las hijas tenían que hacer mucho más de lo que podían o era
apto para su edad.
“[…] La niña
sobrecargada de funciones puede ser prematuramente esclava, estar condenada a
una existencia sin alegría. […]” (p.224)
No exageramos cuando decimos que una hija que tiene
exceso de trabajo, para su edad, está siendo esclavizada. Por eso ahora a los
niñ@s en la escuela se les enseña cuáles son sus derechos y deberes, para que
se tenga una mejor infancia; y aunque los tiempos han cambiado, y casi ya
ninguna pareja tiene más de tres hijos, aun hay casos en donde se les explota a
los hijos de una u otra forma. Por lo anterior es importante informarnos de cuáles
son las actividades aptas para su edad y el grado de responsabilidad, para no
caer en fomentar la ociosidad ni la
esclavitud, y así hacer valer sus derechos y enseñarle sus obligaciones. [1]
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