Día 365+347
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
En un
mundo machista las mujeres son vistas como objetos. Ellas sólo son respetadas
si tiene a un hombre que las proteja y mantenga, porque si son mujeres solas
cualquier hombre se cree con el derecho de agredirlas, de tratarlas como
objetos. Sabemos que en la realidad esto sí pasa, y lo podemos comprobar cuando
una va caminando por la calle y algún hombre se cree con el derecho de
tocarnos, insinuarse o susurrarnos en el oído. Muchos dicen que a las mujeres
nos “encanta” este tipo de acciones por parte de los hombres, pero si lo has
vivido, sé que no es así. Aún así hay chicas que se dan cuenta del rol que
juegan en una sociedad machista, en poder de la seducción y que lo usan para su
beneficio.
“[…] El cuerpo
de la mujer es un objeto que se compra; para ella, representa un capital que
está autorizada a explotar.[…]”(p.378)
Las mujeres que aceptan vender su cuerpo, son aquellas
que se dan cuenta, como lo mencioné arriba, de su poder de seducción. Todo
tiene un precio, y el que las mujeres tienen que pagar al vivir vendiendo su cuerpo
es el que las traten como objetos. Cuando hablo de mujeres que se venden no me
refiero a prostitutas que se ofrecen en la calle, sino de aquellas mujeres que
ejercen una prostitución de doble moral, o sea que su modo de vida es provocar
sexualmente a los hombres para que ellos les compren cosas, las lleven a
pasear, las mantengan, etc. Mi intención no es satanizar a las mujeres que
deciden vivir de esta forma, sólo mostrar que en un mundo machista hay mujeres
inteligentes que deciden usar algo que podría ser usado en su contra, su
cuerpo, pero los explotan para vivir con los lujos y comodidades, auto
objetivándose y vendiéndose. Yo honestamente no pagaría el costo por venderme.[1]
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