Día 45
Lectura:
Flores Olea, Víctor: Tres historias de mujer. México, FCE, 1998.
Los
cambios culturales son lentos. Simplemente si pensamos en la forma de educación
y vida en las mujeres, podremos notarlo. Las mujeres votamos a partir de los
años cincuentas y salimos al campo de trabajo aproximadamente en los setentas.
Antes, que no es algo caducado, mayormente no tenían libertad de elección: o
eran madres o monjas, usaban falda o vestido, se embarazaban y se casaban,
estudiar era mejor olvidarlo, etc. Las mujeres callaba no por ser mudas físicamente,
sino mudas por sumisión:
“[…]
A Raquel siempre le impresionó el silencio concentrado y sabio de su madre,
junto a las voces altas de su padre, de los amigos de su padre, de la gente de
la iglesia. […] Raquel recordaba […] las preguntas sobre su silencio, […]
amorosamente su madre le dijo, […] que en materia de discusiones no era
pertinente gritar, sino escuchar, mesurar, atender, reflexionar, cavilar y
eventualmente rectificar. Que los nuevos tiempos del mundo así lo pedían y que
ella estaba aprendiendo para Raquel y para los hijos de Raquel las actuales
opiniones sobre la vida y la historia, acerca de la sociedad y las naciones. […]“
(p.32)
Pero
dentro de este silencio sumiso, podemos notar un silencio inteligente porque
internamente hay una reflexión. La mamá
de Raquel además está dentro de lo que años posteriores daría paso a nuestro
México Independiente, porque a lo largo del libro nos explican que Raquel es
hija de una madre mestiza y un papá sevillano; de buena posición económica, dueños
de varias propiedades.
Las
mujeres de ahora, la mayoría, no callan por sumisión sino por reflexión. No
siempre lo que se grita lo, que se escucha más, es lo más sensato; como ya lo
dijimos en alguna otra entrada, el gritar
es en muchas ocasiones sólo para llamar la atención.
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