Día 339
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Saramago, José: El hombre Duplicado, (Trad. Pilar del Río)
Madrid, Santillana ediciones (Punto de lectura), 2007.
Saramago, José: El hombre Duplicado, (Trad. Pilar del Río)
Madrid, Santillana ediciones (Punto de lectura), 2007.
El hablar, charlar,
platicar de forma formal o informal es lo que muchos, en esta ciudad y país tan
caótico –con vidas iguales- buscan por el medio que sea necesario. Podemos ir
con familiares, amigos, colegas de trabajo o escuela, sacerdotes, o hasta pagar
por algunas pláticas, o años enteros, con sicólogos, que en muchas ocasiones
son algo caras.
“[…]
Tertuliano Máximo Alfonso abrió la boca para responder, si la expresión abrió
la boca es permitida tratándose de un diálogo todo él silencio, todo él mental
[…]” (p.70)
Así que comunicar
nuestro sentir a los otros es, para mucho de nosotros, lo que buscado por días,
meses y hasta años. Pero ¿qué pasa con el diálogo interno? ¿Por qué en muchas
ocasiones no nos damos la oportunidad de platicarnos, de conocer nuestra voz
interna y aprovecharla? Seguramente sí lo has hecho, pero la mayoría no lo
hacemos de forma consciente sino lo contrario.
El autodiálogo no
cuesta, no es necesario ir a ningún lado porque lo tenemos con nosotros todo el
tiempo, y además no se gasta en larga distancia. Hablémonos aunque esto
implique tener algunas discusiones, y también acuerdos, con nuestra voz
interna. [1]
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