Día 365+138
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Dice
el dicho que no comprenderemos a nuestros padres hasta que nosotros no lo seamos
también, y en parte es verdad porque en el momento en que somos responsables de
otro ser, nos damos cuenta de lo que implica. No es lo mismo ser mirados, como
hijos, a mirar, como padres.
“[…] Pensé de pronto, con algo de culpabilidad, en mis
padres, de los que llevaba días sin acordarme, y que iban a sufrir mucho cuando
empezara todo, temiendo como temían siempre, que me ocurriera algo, que me
viese yo envuelto, por mi cabeza atolondrada, en tiroteos y motines sangrientos
como los que ellos habían presenciado en los comienzos de la guerra.[…]"
(p. 106)
Pero
el hecho de no ser padres, tampoco nos limita a que nos podamos poner en el
lugar de otros, y más aún si son nuestros padres. Si hacemos un esfuerzo por
ponernos en su lugar, podremos comprender las preocupaciones, consejos y en
muchas ocasiones limitaciones que nos ponen, porque así como los padres tomamos
decisiones arbitrarias, y en muchas ocasiones sin fundamento, también hay hijos
que solemos ser voluntariosos, berrinchudos y poco agradecidos.
Ojalá
y podamos implantar la buena costumbre, y el valor, de la empatía, porque en
esa medida aprenderemos y enseñaremos a nuestros hijos, a ponerse en los
zapatos de los demás, incluso la de sus propios padres.[1]
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