Día 365+181
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Dentro de la escala de los seres vivos, los seres
humanos, igual que muchas otras especies de la Naturaleza, nos dividimos en
hembras y machos. Seguramente, si has tenido la oportunidad de ver algún
documental o libro, la naturaleza siempre, o casi siempre, presenta estos dos
elementos que garantizan la supervivencia de la misma especie. Sin machos no
habría hembras y sin hembras no habría machos; es una relación en donde se
necesitan uno del otro.
“[…] el nivel
más alto de la escala animal, los dos sexos representan dos aspectos diversos
de la vida de la especie. Su oposición no es, como se ha pretendido, la de una
actividad y una pasividad […]” (p. 36)
Ahora, si nuestra autora nos dice que estos dos sexos
representan dos aspectos de la vida, entiendo que se refiere a que no tienen
que ser forzosamente contrarios, o una relación de pasivo-activo. Trataré de
esclarecerlo con un ejemplo: pensemos en un típica familia donde los esposos
desean procrear hijos, estamos de acuerdo en pensar que no bastaría con que uno
de ellos lo desee, sino que es necesario que los dos se unan, tengan una
relación sexo genital, para que esto sea posible. Pero si pensamos en el acto
mismo sexual, podríamos decir que esto de que las mujeres no pueden ser activas
en el mismo, o sea que se tiene que quedar quietas en el momento mismos, es una
cuestión de creencias y aprendizaje, no algo mismo que marca esta relación.[1]
No hay comentarios:
Publicar un comentario