Día 365+179
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
En la vida cotidiana convivimos con nuestros familiares,
amigos, compañeros de trabajo y hasta con personas que llegamos a cruzarnos en
nuestro camino. Platicamos de infinidad de cosas y personas, y en muchas
ocasiones de nuestros propios planes, problemas e inquietudes; momentos como
estos nunca faltan en la vida, por ser parte de la vida misma en donde las
conversaciones mismas externamos, o nos externen, nuestro punto de vista sobre
lo comentado.
“[…] tal vez
sea imposible tratar ningún problema humano sin tomar partido: la manera misma
de plantear las cuestiones, las perspectivas adoptadas, suponen jerarquías de
intereses; toda cualidad implica valores; no hay descripción supuestamente
objetiva que no se levante sobre un segundo término ético. […]” (p. 31)
Pero como bien lo dice Simone de Beauvoir, por más que lo
intentemos evitar siempre partimos de nuestra base moral, de nuestra escala de
valores (o sea de lo que consideramos que es lo correcto o incorrecto para
nosotros) en el momento en que externamos nuestra opinión. Con esto quiere
decir que por más que digamos que estamos tratando de ser imparciales, en
realidad esto no es posible porque no podemos quitarnos nuestros valores como a
un saco, sino que de ellos partimos precisamente para decir qué creemos. Por
ello considero que en muchas ocasiones lo que decimos, o nos dicen, tiene que
ser tomado con mucha cautela porque no siempre lo que es lo mejor para unos, lo
es para todos.[1]
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