Día 365+225
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
La
eterna espera de las mujeres por la llegada del hombre perfecto a sus vidas es
algo que se repite a lo largo de generaciones, años y siglos. Nos hacen creer,
en la familia, la escuela, el trabajo, la televisión, que esto es lo ideal, que
la llave de la felicidad para toda mujer es esa y que se debe conseguir al precio
que sean necesario; para ello es importante ser “bellas”, agradables, vírgenes
y sumisas, de esta manera llegará el hombre adecuado que querrá dar todo por
una y que la tendrá como una princesa, llena de mimos y lujos, como ropa,
peinados costosos, casa de ensueño, viajes, etc.
“[…] ¿Cómo no
ha de conservar todo su valor el miro de la Cenicienta? Todo estímulo todavía a
la joven soltera a esperar del “príncipe azul” fortuna y felicidad antes que a
intentar la la difícil e incierta conquista. […]” (p.134)
Así es, muchas
mujeres esperamos largo tiempo por ese “príncipe azul” que nos “dará” el lugar
que merecemos. ¿Pero necesitamos que alguien más nos dé se lugar?¿Acaso no
tendría que ser algo que nosotras mimas nos tendríamos que procurar? ¿Por qué
dejar en manos ajenas tan delicadas e importante labor?
El valor que
socialmente se nos da a las mujeres, para que valga (que gran tontería) tiene
que venir de fuera, de los otros, en especial del otro, del ser amado y
nosotras “debemos” dejarnos querer. ¿Y por qué no invertir esta fórmula que tan
bien nos han vendido?¿Por qué no pensar que el verdadero y genuino valor es el
que nos damos nosotras mismas, desde nuestro interior? Tarea complicada si
pensamos que bien nos han enseñado lo contrario ¿no crees?[1]
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