Día 365+224
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
La
educación familiar a los niños y a las niñas no es igual en nuestra cultura
mexicana (¿en dónde sí lo será?), a los primeros se les dicen cosas como que
los hombres no lloran, sea machito, eso es cosas de viejas, a quién le dan pan
que llore… y a las niñas que cierren las piernas, ese juego es de niños, no sea
marimacha, dese a respetar… Los niños se les pone la categoría de rudos y a las
niñas de delicadas. Si nos enfocamos en el ámbito sexual esto es claro en los
ejemplos que puse anteriormente, los hombres son machos con una gran libido que
no puedes controlar y las mujeres deben ser sumisas, moderadas, recatadas,
puras y vírgenes.
“[…] Las
costumbres están muy lejos de otorgarle posibilidades sexuales equivalentes a
las del hombre soltero; en particular la maternidad le está punto menos que
prohibida, puesto que la madre soltera es piedra de escándalo.[…]” (p. 134)
Toda mujer que
tiene una vida sexual libre de prejuicios se les llama ramera, puta,
arrastrada, etc. ¿Por qué? Porque la norma moral social dicta que una mujer no
“debe” acostarse con varios hombres, eso es “cosa de hombres”. ¿Alcanzas a ver
la trampa? Creo que todo esto tiene que ver con un control claro y preciso
contra las mujeres, y las mayores vigilantes al respecto son las propias
mujeres.
Desde una edad muy
temprana se los taladra con una serie de ideas a las mujeres, y también a los
hombres, de lo que se debe y no hacer con argumentos de que eso es malo y esto
también y no se nos dan “armas” de elección, sino mecanismos de temor e
ignorancia. Creo que el problema no es ser o no ser promiscuas sino por el
motivo que se hace, si es por elección, ¿Por qué tendría que ser calificado
como malo, sucio o impropio? ¿Qué opinan al respecto?[1]
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