Día 365+254
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Los
tiempos van cambiando, las ideologías también, la sociedad por igual y con
ella, por supuesto, sus habitantes. La forma en que nos relacionamos no es la
misma que hace algunos siglos, porque ya no nos comportamos tampoco igual.
Muchas mujeres hoy trabajan en empleos dignos, cosa que antes esto era
impensable. Pero hay algunas cosas que no cambian, por ejemplo el deseo de zacear
nuestras necesidades básicas como comer o dormir; y claro está también que para
que la especie siga viva ha sido necesario reproducirnos, y este fin sólo es
posible con la unión de una hombre y una mujer, aunque la forma en que estos se
unan ya no es una necesidad estrictamente, sino que está guiado por una serie
de imitaciones sociales que nos imponen desde pequeños. Antes las mujeres eran
elegidas con quién se iban, cosa que en algunos pueblos sigue pasando, ahora o
las casan porque se tiene que casa, seguramente están embarazadas, o eligen con
quien casarse. Esta última se supondría que es una acto libre y consciente,
¿pero por qué digo que se supondría?
“[…]Así, la
expresión “tener una mujer” encubre un doble sentido: las funciones de objeto y
de juez no están disociadas. Desde el momento en que a la mujer se la considera
una persona, no se la puede conquistar sin su consentimiento: hay que ganarla.
[…] (p.188)
El
que una chica se case por elección, no por obligación, supone que lo está
haciendo con completa conciencia de con quién es, pero ¿en realidad conocemos a
nuestras parejas cuando nos casamos? Definitivamente no pero no es lo mismo
casarse a los cinco meses de novios que a los dos. Aun así hay un elemento que
escapa de nuestras manos: el otro, ¿a
qué me refiero? a que nosotros podemos tener más mejores intenciones, ser
honestos, veraces, etc. Pero no sabemos, y nunca lo sabremos, que piensa y
siente el otro, el que está fuera de nosotros,
y es aquí en donde las cosas pueden fallar, y no me refiero a que el
otro actúe con mala fe, o tal ves si, sino que sus patrones aprendidos en casa
pueden ser diferentes a los propios, o que crea que somos de una forma y no sea
así. Así que si te casaste “enamorada” y las cosa funcionan mal pregúntate
cuánto de ese amor fue ilusión de cómo eran cuando te ganaron. [1]
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