Día 365+288
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
En
especial las mujeres sufrimos cambios fuertes en nuestro cuerpo en la medida
que llegamos a la pubertad, que es entre los diez y quince años; esto es algo
evidente en primer plano para la niña que lo vive y después para las personas
que la rodean. Si eres mujeres tú que lees ahora no me dejarás mentir que lo
viviste en carne propia, pero si eres hombre seguramente lo pudiste notar con
alguna mujer de la familia o en la escuela misma. Estos cambios drásticos
además de ser dolorosos, en especial en el casi del crecimiento de los senos,
también se tornar molestos para la niña, porque de ser igual a los demás, ahora
se convierte en el centro de atención de todos.
“La niña
percibe que su cuerpo se le escapa, ya no es la clara expresión de su
individualidad; se le vuelve extraño; y, al mismo tiempo, se siente tomada por
otros como si fuese una cosa: en la calle, la siguen con la mirada, se comenta
su anatomía; querría hacerse invisible; tiene miedo de hacerse carne y miedo de
mostrarla. […] ” (p.247)
No es de extraño que en nuestra edad de desarrollo, en
especial las mujeres, queramos escondernos en un caparazón como tortugas,
porque tanto los cambios físicos evidentes, como los hormonales y psicológicos
se imponen en nuestro ser, pero esto es agravado por el entorno mismo que nos
hace pasar de una niña a una “mujer”. Si pensamos en el caso de los hombres
este paso también se da pero de una forma menos dramática y evidente. Aún así,
nuestra falta de conocimiento fisiológico y nuestra deshumanización hace que
todas aquellas chicas que están pasando por este momento que es complicado, ya
tan sólo en el plano natural, se vuelva aún peor. ¿Tú qué harías para ayudar a
una pubertad a vivir más pasaderamente estos cambios?[1]
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