Día 365+282
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
En
las historias de amo de las telenovelas, donde casi siempre la protagonista es
una mujer, nos muestran un mundo dividido, por un lado los bueno y por otro los
malos; pero los buenos son muy buenos, y los malos muy malos, no hay matices. La
protagonista siempre pertenece al grupo de los muy buenos y por ello tiene que
vivir una serie de injusticias que las hacen ser aún más “amadas” por los
telespectadores, pues las mujeres al identificarse por ese estereotipo, que es
el que se supone vive una buena mujer, sienten que bien puede ser su vida, en
especial en espera de un final feliz.
“[…] Con
frecuencia, las jóvenes bellas destinadas a un glorioso futuro empieza a
presentarse en papel de víctimas. […] ” (p.230)
Así que para que una mujer sea heroína, para que salga
triunfadora y gane el bien sobre el mal, es necesario primera ser víctima. Y
para ser víctima, obviamente debe haber un victimario, alguien que no sólo
atenta contra esa protagonista sino sobre todo y todos sin motivo alguno, sólo
por el gusto de ser malo. No es de extrañarnos que las y los jóvenes en muchas
ocasiones se parezcan a estos esquemas telenoveleras, ya que tiene una
influencia primordial en sus vidas, y que vallamos creyendo que en algún
momento, después de tanto sufrir, venga el final feliz, llevándonos al poco
actuar a nuestro favor y dejando mucho en manos de sólo lo que debería de ser según
la cultura y la tele. [1]
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