Día 365+281
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Si
partimos, como lo mencioné en la anterior entrada, que a las mujeres se nos
enseña (no sólo desde el hogar sino en todo el ambiente que nos rodea) que la
felicidad consiste en tener una pareja, no es de extrañarnos que para muchas
esa sea el motivo de vida, el deseo mayor, lo que causa ilusión, el camino a
seguir; pero ¿qué exige el sexo opuesto para que esto ocurra? En un sistema
machista, en donde lo que se busca es una sirvienta, casi esclava, lo que pide
el macho es una mujer que en primera sea bonita, que le agrade como le agradara
cualquier otro objeto, y después que este a su total y absoluto servicio.
“[…] La suprema
necesidad para la mujer consiste en hechizar un corazón masculino; aun siendo
intrépida y aventurera ésa la recompensa a la cual aspiran todas las heroínas;
y casi nunca se les pide otra virtud que la de su belleza.[…] ” (p.230)
Cuando algo se hace necesario es porque es vital, de suma
importancia para la vida, para la estabilidad y felicidad, no es algo de lo que
se pueda prescindir; y he aquí la mayor trampa social al respecto, se nos hace
creer que por el hecho de ser mujeres, que pertenecemos al género femenino,
tenemos que entregar nuestra existencia, nuestro ser y hacer a este fin, y que
si no lo hacemos, o no tenemos la belleza necesaria para cautivar a un hombre,
entonces nuestra existencia carece de sentido, de sustento. Digo que es la
mayor trampa social porque con esto se nos condena a ser eternamente agradables
al otro, olvidándonos de que lo verdaderamente importante no es el otro sino
nosotros mismos. Así que si tú sientes esta necesidad imperante, te invito a
que te preguntes ¿para qué o quién estoy viviendo?[1]
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