Día 365+344
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
El
sueño de muchas chicas, aún en pleno siglo XXI, es encontrar el príncipe azul
que las conquiste, les dé el anillo de compromiso, se case, tenga hijos y viva
feliz por siempre. Pero hay algo que no termina de contarse en esta vida ilusoria,
y es que para poder vivir necesitamos dinero y este sólo se consigue
trabajando; además que la historia sólo es completa si los roles, que debe
seguir cada uno de los participantes, debe ser exactamente como se dicta: los
hombres son los proveedores del hogar, los fuertes, el patrón, el jefe, etc., y
las mujeres las que obedecen, hacen la limpieza, son sumisas, frágiles y
sentimentales.
“El matrimonio
siempre se ha presentado de manera radicalmente diferente para el hombre y para
la mujer. […] Socialmente, el hombre es un individuo autónomo y completo; ante
todo es considerado como productor, y existencia está justificada por el
trabajo que proporciona a la colectividad; […] el papel reproductor y doméstico
en el cual se halla encerrada la mujer no le ha garantizado una dignidad
igual.”(p.374)
Pero, como bien dice la cita anterior, el matrimonio es
desigual para hombres y mujeres, por lo menos desde los preceptos morales,
éticos y sociales de una cultura machista. Arriba comenté el rol que juega
tanto la esposa como el esposo, y es más que claro que el que las tiene todas
de ganar son ellos, porque ellas deben acatar su lado débil y necesario de un
macho a su lado para ser respetadas y tener valor.
Las mujeres, amas de casa, trabajan igual o más que
muchos hombres que salen a hacerlo, pero la diferencia es que a ellas no se les
paga por hacerlo, y las labores domésticas no dan resultados duraderos que
trasciendan en la historia.[1]
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