Día 365+343
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Muchas
somos las mujeres que ya trabajamos, pero también son muchas las que no lo
hacen. No sé con exactitud cuál sea la estadística aquí en México, sería
interesante investigarlo, lo que sí he podido notar –en mi muy reducido número
de familiares y amistades- que aquellas
que trabajan no todas lo hacen por el gusto de hacerlo sino por una necesidad
de supervivencia, y esto lo he podido escuchar en conversaciones donde reniegan
de esta condición, donde se quejan de que sus esposos no trabajan lo suficiente,
o no ganan monetariamente lo necesario, para mantenerlas o que el país está tan
mal económicamente que se han visto obligadas en salir a buscar.
“[…] Sin
embargo, la época que vivimos es todavía, desde el punto de vista feminista, un
período de transición. Solamente una parte de las mujeres participa en la
producción, y aun ésas pertenecen a una sociedad en la que perviven antiguas
estructuras, antiguos valores. El matrimonio moderno no puede comprenderse más
que a la luz del pasado que perpetúa.”(p.373)
Cuando una mujer cree que está obligada a trabajar es
cuando podemos debelar que tiene valores antiguos sobre el matrimonio, sobre
los roles que le toca jugar a las mujeres y los hombres, porque cree que es
algo que ellas no debería de hacer, que
no es parte de su destino como mujer, que es injusto. Pero cuando una mujer
decide trabajar n como obligación sino por el gusto de hacerlo, de ser autónoma
en este aspecto, la situación cambia.
Yo considero que muchas mujeres no han dimensionado la
importancia que tiene que una mujer sea libre monetariamente, que esa
independencia económica es lo que las puede llevar también a ser libres social, emocional y psicológicamente. Pero sé
que aún las mexicanas estamos en este proceso de transición económica que
muchas alcanzarán.[1]
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