Día 365+362
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Hace
algunos años cuando se casaban por el registro civil, a las parejas que se les
leía la conocida Epístola de Melchor Ocampo[1],
dicho escrito marca el deber cultural, social y moral tanto del esposo como de
la esposa; ahí se les decía cuál es el rol que tenía que cumplir, por decirlo
de otra forma, los derechos y deberes de él con ella y ella con él. Dicha
lectura comprometía a las mujeres en la total y absoluta sumisión ante un macho
que no puede controlar su temperamento agresivo y colérico, dando con ello
muestra de lo desigual que era nuestra cultura.
“[…] El hecho
de que el Código haya suprimido de sus deberes el de la
<<obediencia>> no cambia en nada su situación, que no descansa en
la voluntad de los esposos, sino en la estructura misma de la comunidad
conyugal.[…]” (pp.422-423)
Lo que nos dice la
anterior cita, es que dicha sumisión de las mujeres no depende tanto del Código
que lo rige, es más, ni de la Epístola de Melchor Ocampo que se leía antaño
aquí en las bodas civiles de México en el Distrito Federal, es más tampoco
depende de los mandatos del esposo, sino de la estructura misma social, en
otras palabras, el comportamiento de hombres y mujeres van siendo dirigido por
lo que nos enseñaron que debe ser un matrimonio, cómo comportarnos, qué nos
toca hacer a los hombres y mujeres. Así que la raíz del machismo, y de la
sumisión de las mujeres, en la estructura del matrimonio viene desde el hogar
mismo que perpetra dichas estructuras de la enseñanza infantil. [2]
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