Día 254
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Los patrones a seguir
socialmente son tan imitables que mucho de nosotros, sin darnos cuenta, los
estamos repitiendo una y otra vez, en un constante movimiento de la vida, de
abuelos a padres y de padres a hijos; no es consciente pero sí presente. Pensemos
en casos como el educar a los hijos, regularmente si la mamá fue exigente con
ellos la hija lo será con los suyos o si el padre estuvo casi siempre ausente
seguramente el hijo lo repetirá. Estos ejemplos son comunes ¿verdad? Pero si
observamos nuestro comportamiento, palabras, acciones y actitudes seguramente
nos parecemos, más de lo que quisiéramos a nuestros padres.
“[…] En realidad las
dos estaban en la misma situación: la madrea ama al padrastro igual que Teresa
ama a Tomás y el padrastro hace padecer a la madre con sus infidelidades igual
que Tomás tortura a Teresa. […]” (p.64)
¿Será coincidencias
situaciones como estas? Como diríamos: se repite la historia. Todo lo que se ve
constantemente se copia, se hace un hábito y como tal parte de nuestra vida.
Pero cuando estos hábitos no son convenientes se repiten las tragedias, los
fracasos y malos modales.
Claro que no somos
sólo lo agradable, lo bello, apetecible, también somos la otra cara de la
moneda. Pero si esto nos lleva al sufrimiento y dolor no es sólo un defecto
sino una molestia. ¿Cómo no repetir lo aprendido si es lo que conocemos?
Tendríamos que ver, saber y experimentar otros modos de vida, de relacionarnos,
de amar, para poder entonces cambiar un inconsciente fatal destino por una consciente
buena elección.[1]
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