Día 365+133
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Seguramente
te ha pasado, porque no es cosa rara, que cuando tienes la oportunidad de juntar a amigos con amigos, amigos con
familiares, o amigos con amigos de alguien más, que regularmente el motivo es
una fiesta o reunión para celebrar cumpleaños, matrimonios, bautizos, etc., lo
hagas con la mejor intención del mundo de pasarla muy bien. Pero en muchas
ocasiones la realidad se impone y nuestros deseos, por muy bien intencionados
que sean, y no se cumplen.
“[…] Aquella noche estaba claro que los dos no querían
secundar mis desesperadas tentativas de apaciguamiento, y que buscaban motivos
para discutir igual que yo me devanaba la imaginación queriendo hallar puntos
de acuerdo. […]" (p. 88)
¿Qué
no diéramos porque todos nuestros conocidos se llevarán como amigos íntimos,
allegados, en armonía y felicidad? Pero no siempre es así. Lo que sentimos,
regularmente, cuando dos amigos muy queridos, y cercanos, no se caen bien desde
el primer encuentro, es una necesidad de conciliarlos, que compaginen y así contar
con la presencia de los dos en todo momento.
Ojalá
y a ti no te haya sucedido esto que te platico, como le pasó al personaje
principal de esta novela, que sus dos cuates no más no se cayeron bien, y este
quedó en medio. ¿Te suena la historia?[1]
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