martes, 15 de octubre de 2013

Tendremos los hijos que nos manden

Día 365+217
Comentando lo que me despierta la lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.





¿Cuántas de nuestras abuelas no tuvieron un gran número de hijos?  Muchas de ellas como mínimo tuvieron cuatro o cinco hijos, y esto era pocos para la ideología del momento, considerando que el promedio era entre ocho y diez vivos, porque también contaban a los abortos y los muertos (hubo casos de once a catorce). Es clásico que actualmente se dice, a todo de broma, “¿qué no tenían televisión?” pero en realidad esta cantidad de críos no se debía tanto a la falta de distracción que da la televisión, sino a varios factores, era multifactorial; había falta de información y la moral del momento dictaba que las mujeres valían en tanto su capacidad reproductiva: era más mujer quienes más hijos podían procrear. No dudo que haya habido mujeres que decidieran, y les diera mucho gusto tener tantos hijos, pero no creo que fuera la totalidad.



“[…] La regla general era casarse joven y tener tantos hijos como la mujer pudiese traer al mundo; únicamente la mortalidad infantil reducía el número de los hijos vivos. […]” (p. 111)




Y ¿qué pasaba con las que no podrían tener? Ya nos podremos en la tristeza y desdicha en que vivían dichas mujeres, porque no había cabida para ellas como profesionales y mucho menos como madres.


Insisto, como en otras entradas, que por suerte esto es cada vez menos frecuente; muchas mujeres actualmente viven para ellas e incluyen en su proyecto de vida a sus hijos y su pareja, ya no viven para los otros sino con los otros, y esto es una gran diferencia en comparación con la tal y absoluta sumisión. Ahora una mujer puede decidir tener o no tener, o la cantidad de que desea, ya no es cuestión que deba dejarse al azar. [1]

























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