Día 365+270
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Cuando
nacemos, tanto hombres como mujeres, somos seres que venimos sin modales, o sea
que no estamos educados a cierta sociedad. Con el paso del tiempo, se nos van
imponiendo los modelos a seguir, el rol que tenemos que cumplir; esto lo
podemos ver con nuestra madre, padre, hermanos, abuelos, abuelas, tíos, primos,
etc. Somos como una esponja que todo lo que vemos lo copiamos, y es aquí en
donde también aprendemos a cómo relacionarnos con el otro, ya sea de nuestro
mismo género o diferente.
“[…] en la
mujer hay un conflicto, al principio, entre su existencia autónoma y su
<<ser-otro>>; se le enseña que, para agradar, hay que tratar de
agradar, hay que hacerse objeto y, por consiguiente, tiene que renunciar a su autonomía.[...]
” (p.220)
Se nos ENSEÑA a las mujeres a ser agradables, ¿para
quién? Para el otro, no para nosotras mismas. Somos para servir al otro, no
somos para ser. Nuestra autonomía queda sepultada cuando se nos enseña a que
nuestra existencia tiene sentido sólo gracias a los otros. ¿Por qué las mujeres
lo aceptamos? En nuestra etapa de aprendizaje infantil se nos impone, no hay
forma de elección, pero ya en una edad adulta se continúa con dicho patrón y
por desgracia ya no es sólo por aprendizaje sino por presión social, por
costumbre también, la elección queda como último recurso y en casos en donde por
uno u otro motivo la vida las orilla a salir de esta sumisión, casi de manera
obligada y con mucho sufrimiento sienten perder su identidad social. [1]
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