Día 51
Lectura:
Flores Olea, Víctor: Tres historias de mujer. México, FCE, 1998.
Cuando
empecé, con la segunda historia de este libro –titulada Los caminos del bosque-,
de inmediato pensé en lo que reflejamos y reflejan los demás. Andando por la
calle a veces me gusta ver las caras de las personas que van a mi alrededor, ya
sea caminando, en el transporte público, o las personas que van manejando en
sus carros. Es curioso cómo se puede notar cuando están tristes, preocupados,
apurados, contentos, enojados, pensativos, etc. Hay gente que se siente observada
y no le gusta, esto lo sé porque de inmediato me miran furiosamente. Trato de
imaginar qué piensan, sienten o ven. No creo que sea a la única persona que le
guste hacer esto, ¿o sí?
“Sobre
el espejo manchado Lorenza descubrió una mirada gris y marchita que un día
había sido limpia y vivaz, entusiasta. ¿Había desaparecido para siempre esa
mirada brillante, se había borrado y apagado? Al fijar la atención descubrió,
como en un sueño, que el lado gris de sus ojos estaba cubierta por una niebla
cerrada de angustia, por una mancha de dolor y melancolía que le apagaban la
luz de la mirada. Así se vio ella, así la vemos nosotros. […]” (p. 112)
¿Cómo
me verán los demás? ¿Cómo quiero verme y que me vean? Podemos ver, en la
anterior cita, que nuestro personaje principal ve lo que su rostro refleja, lo
que el paso del tiempo, los años, la vida, le ha dejado. Así como nosotros
podemos ver en los demás en parte lo que son, e inversamente. ¡Qué sabia es la
naturaleza¡ porque nos trasforma en lo que fuimos, somos o seremos. Pero dicen por ahí que
<<no todo lo que brilla es oro>> ¿Esto quiere decir entonces que
las apariencias no siempre son confiables? Porque bien podemos estar fingiendo
una sonrisa, cuando en el fondo estamos más tristes que nada; o podemos
aparentar estar tristes y en realidad no ser así. Igual también depende de la
mirada, del mirador y de lo mirado. ¿Tú qué piensas?
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