Día 52
Lectura:
Flores Olea, Víctor: Tres historias de mujer. México, FCE, 1998.
¿La
niñez marca la adultez? No lo sé. Siento que en muchas cosas sí, pero llega un
momento en donde uno ya decide lo que quiere y lo que no. Cuando tenemos la
capacidad de decisión nuestra visa está ligada a la infancia, a nuestros
recuerdos y valores, pero no de manera ponderante. Si tenernos recuerdo no agradables
en nosotros está el cómo tratarlos, si nuestros valores son buenos en seguirlos
conservando o malgastarlos. Lorenza, el personaje principal de esta segunda
lectura que estoy haciendo, tuvo una infancia feliz:
“
[…] Nunca careció de nada y fue la imagen de la alegría familiar: única hija.[…]
entre aquello muros privilegiados y los cuidados amorosos de sus padres. […] recordó
Lorenza su niñez protegida, rodeada de amor natural, normal. El calor de los
corazones que la circundaban era la vida misma de Lorenza […] Corazones que
eran como una armadura impenetrable frente al mal, ante las funestas potencias
y los malos humores que acechan cruelmente a los menores, a los adolescentes de
uno y otro sexo […] ” (pp. 1116-117)
¿Cómo
lograr un corazón duro? Yo deseo tener un corazón duro para lo dañino, pero un
corazón muy suave para el cariño y amor. Porque no creo que sea siempre necesario
tener una gran armadura ante los embates de la vida, sólo en algunas ocasiones,
y en otros debemos ser dóciles como un gatito.
Yo
desearía tener esta gran virtud, si es que le puede llamar así, de darle a mi
hijo esta visión de su infancia, un buen paquete para enfrentar a todo lo que
le rodea, bueno-malo, correcto-incorrecto; y llegar a ser un ser humano de
bien. ¿Cómo lograrlo?
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