jueves, 8 de noviembre de 2012

Nunca faltan en las fiestas


Día 239
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Bialet, Graciela: El jamón del sándwich, México,
Grupo editorial Norma, 2008.


Con el deseo de festejar un cumpleaños, un boda, la compra de un inmueble, graduaciones, etc. Acostumbramos a festejar con una fiesta, grandes o pequeñas, que pueden ser en la propia casa o en un salón. Lo que es verdad es que los gastos y la presión pueden llegar a ser tal, entre ropa, comida, adornos, música, etc., que para muchos llega a ser un martirio más que un gozo. En especial por las grandes sumas de dinero que muchas familias destinan a este fin; en algunas ocasiones hasta empeñan o venden objetos para lograrlo, así que las exigencia ante dicho suceso es mucha.


 “Apareció en una foto un hombre que ninguna conocía (un tipo joven para ser viejo y un vejestorio para ser mi amigo. “Un colado, dije. […]” (p.40)


Y esto es típico en toda reunión. Seguramente te ha pasado que cuando te das cuenta, hay alguien que no eran invitado, en más que no estaba contemplado, o que sustituye a alguien a quien esperabas ver; así que en el momento de que se toma conciencia de ello, o se enoja uno o lo toma con una mejor filosofía: que se divierta, aunque sea alguien que nunca habías visto en tu vida y rara vez entiendes por qué y quién lo invitó. Así que por pena uno lo saluda como si fuera conocido de años, pero en realidad no se sabe de dónde salió, y lo peor de todo es que ni regalo lleva.


Los “colados” en las fiestas son aquellos que le ponen la cereza al pastel, y seguramente has tenido uno o varios, pero  por qué no, a lo mejor en algún momento tú has fungido como un colado más. [1]









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