Día 239
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Bialet, Graciela: El jamón del sándwich, México,
Grupo editorial Norma, 2008.
Bialet, Graciela: El jamón del sándwich, México,
Grupo editorial Norma, 2008.
Con el deseo de
festejar un cumpleaños, un boda, la compra de un inmueble, graduaciones, etc. Acostumbramos
a festejar con una fiesta, grandes o pequeñas, que pueden ser en la propia casa
o en un salón. Lo que es verdad es que los gastos y la presión pueden llegar a
ser tal, entre ropa, comida, adornos, música, etc., que para muchos llega a ser
un martirio más que un gozo. En especial por las grandes sumas de dinero que
muchas familias destinan a este fin; en algunas ocasiones hasta empeñan o venden
objetos para lograrlo, así que las exigencia ante dicho suceso es mucha.
“Apareció en una foto un hombre que ninguna
conocía (un tipo joven para ser viejo y un vejestorio para ser mi amigo. “Un
colado, dije. […]” (p.40)
Y esto es típico en
toda reunión. Seguramente te ha pasado que cuando te das cuenta, hay alguien
que no eran invitado, en más que no estaba contemplado, o que sustituye a
alguien a quien esperabas ver; así que en el momento de que se toma conciencia
de ello, o se enoja uno o lo toma con una mejor filosofía: que se divierta,
aunque sea alguien que nunca habías visto en tu vida y rara vez entiendes por
qué y quién lo invitó. Así que por pena uno lo saluda como si fuera conocido de
años, pero en realidad no se sabe de dónde salió, y lo peor de todo es que ni
regalo lleva.
Los “colados” en las
fiestas son aquellos que le ponen la cereza al pastel, y seguramente has tenido
uno o varios, pero por qué no, a lo
mejor en algún momento tú has fungido como un colado más. [1]
[1] La imagen fue tomada de http://yahel.wordpress.com/2012/07/30/olimpiadas-el-turno-de-los-colados/
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