viernes, 2 de noviembre de 2012

Una excelente experiencia en Día de Muertos


Día 233
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 James, Henry: Otra vuelta de tuerca, Madrid, Unidad Editorial (Millenium, las 100 joyas del milenio), Trad. Domingo Santos, 1999.


Continuando con el clima de el escrito de ayer, que seguramente será el de casi todo este libro que ahora leo, es digno de ponernos los sentidos alerta y los pelos, hasta de los pies, de punta. Por desgracia, para los que somos miedosos, este clima de noviembre (relativo al Día de Muertos aquí en México) después de nuestro recién cambio de horario de verano, las tardes tiene poca luz y esto nos pone peor. La obscuridad nos cae más rápido de lo que quisiéramos, así que  las posibilidades de estar expuestos a los misterios de la noche es mayor.

 “[…]Un hombre desconocido en un lugar solitario puede ser objeto de miedo para una mujer joven no muy habituada al mundo[…] ”(p.30)

Sí, una mujer, yo diría joven o no, experimentada o no, frente a un sujeto desconocido a solas, aun no siendo de noches, es motivo de temor porque no se sabe cuáles son las intenciones de la persona, o tal vez porque nuestra mente empieza a ser una serie de conjeturas sobre lo que podría pasar.

Pero imagínate una tarde como estas, llegando del trabajo, del supermercado, de estar con las amigas y entrando a la intimidad de tu casa, en donde se “supone” no hay nadie, te encuentras a alguien, no precisamente adentro, pero sí mirándote sobre un vidrio ¿qué crees que sentirías? ¿miedo o terror? O algo aún más extraño: sientes que alguien te mira desde algún punto, sientes si presencia y en el momento que volteas a ver quién es, no hay nadie. Seguro esto sí te ha pasado. ¿No te parecería una buena experiencia para este día? Igual y checa si no es ya una realidad.[1]



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